Tal y como ya comenté, el segundo día de nuestra estancia por los Valles Pasiegos terminamos la jornada visitando Puente Viesgo, fruto de una recomendación de mi amiga Ana Llera, cántabra de pro y gran conocedora de su tierra.
Así, tras la visita a la quesería de La Jarradilla, y en apenas 20 kilómetros de viaje entre verdes colinas y pequeños pueblos y granjas de vacas que nos miraban plácidamente al pasar, llegamos a la parte más antigua de Puente Viesgo: un conjunto de edificios de varias alturas que atravesamos para, tras pasar por encima del río Pas, llegar y aparcar en la parte trasera del famoso balneario de la localidad.
Puente Viesgo, el pueblo de las sorpresas
Puente Viesgo, situado en la zona septentrional del valle de Toranzo, debe sus orígenes al río Pas, el río más conocido de Cantabria.
Las primeras referencias documentales sobre el lugar tiene su origen en el s. XI, aludiendo al puente sobre el río: «ad rigu Pas» o «Flumen Pas», referencias que acabarían por dar nombre al municipio. Se constituyó como núcleo de población en la Baja Edad Media.
Aparte de estos datos básicos, académicos, para hacer una aproximación a Puente Viesgo, tras nuestra visita no puedo sino decir que es el pueblo de las sorpresas; muchos elementos diversos en muy poco espacio: del paleolítico a un moderno balneario, del neorrománico a formaciones pétreas singulares, una Vía Verde, arquitectura tradicional junto a la más moderna… Un conjunto de contrastes, una sorpresa en cada esquina.
La iglesia parroquial de San Miguel
Tras internarnos en esta parte de la población, la primera sorpresa fue divisar un edificio de corte indudablemente románico, una iglesia al final de una corta calle. Sin dilación nos acercamos hasta ella, sorprendidos al ser el primer edificio de estas características que encontrábamos en todos los lugares visitados hasta el momento.
La sorpresa se acentuó al acercarnos y notar claramente que no era un edificio románico original; los capiteles de las columnas y las ménsulas delataban o bien una tosca restauración o bien tener un origen muy posterior.
Y así es. Porque la iglesia de San Miguel —parroquia, a su vez, de Puente Viesgo—, tal como se ve hoy en día es un edificio moderno, fruto de una restauración que tuvo lugar en 1948, en base a una estética neorrománica.
Del primitivo edificio, construido en el siglo XVII sobre los restos de otro anterior, únicamente se conservan la torre y una de las capillas.
La iglesia cuenta con planta rectangular, tres naves y ábside semicircular. El tramo del crucero se corona con una cúpula sobre trompas al estilo de la de San Martín de Frómista, Santillana del Mar o Castañeda.
La fachada presenta portada con arquivoltas, adelantada sobre el hastial flanqueado por torres semicirculares.
La decoración interior se centra en el ábside, con un friso escultórico del apostolado, y en los capiteles de los pilares. Es destacable un Cristo de piedra obra del escultor cántabro Jesús Otero.
El Ayuntamiento: la casona de Fuentes Pila
Tras deambular un buen rato por la iglesia, al salir nos encontramos con la segunda de las varias sorpresas con que nos encontramos en Puente Viesgo: el edificio del Ayuntamiento, un palacete situado en unos grandes jardines bordeados de un muro de piedra.
Se trata de la casona de Fuentes Pila, declarada Monumento Histórico de Cantabria desde 2002. Edificada por el arquitecto Javier González Riancho en 1928, es un buen ejemplo de la arquitectura barroca y clasicista regionalista de principios del s. XX.
El edificio, construido en mampostería y piedra de sillería, consta de una torre de tres alturas y un cuerpo principal de dos plantas de altura precedido de un pórtico formado por tres grandes arcos de medio punto, que constituyen el acceso principal.
Su diseño está inspirado en las típicas casonas montañesas de los s. XVII y XVIII, mezclando sus característicos elementos: zagúan con arcadas, balcones sobre peanas de piedra, torres renacentistas, molduras y cornisas decorativas.
En unos pocos metros, muchas sorpresas: el balneario, la iglesia neorrománica de San Miguel, el elegante y sobrio Ayuntamiento y, a sus pies, el paso de la Vía Verde del Pas a su paso por Puente Viesgo.
La Vía Verde del Pas
Una Vía Verde acondicionada para senderistas y ciclistas, de más de 25 km. de longitud, que une Astillero, en las cercanías de Santander, con la población pasiega de Ontaneda.
Con tiempo por delante y ganas de disfrutar del pueblo, caminamos tranquilamente por la Vía Verde hasta la siguiente sorpresa: la antigua estación, perfectamente conservada, con todo el encanto de estos antiguos edificios.
Poco más adelante nos esperaban unos metros de vías sobre los que descansan una locomotora de las usadas en su día por la antigua vía férrea, abierta y accesible para deleite de chicos y grandes.
Se trata de la locomotora de vapor «Reyerta», construida en Alemania en 1912. De uso básicamente industrial, estuvo activa hasta la década del 70 del siglo pasado. Está incluida en el Inventario General del Patrimonio Cultural de Cantabria, como parte importante de su patrimonio científico y técnico.
Unos metros más adelante, un puesto de helados, en el que compramos algunos, dado que, según nos habían dicho, el valle del Pas es también conocido por su tradición heladera, fruto de la abundante producción de leche de la zona.
Y justo enfrente, encontramos un bonito rincón: un pequeño y agradable espacio acondicionado sobre una presa en el río Pas, con sombras y bancos, y de fondo el ruido más que murmullo del agua cayendo por la pendiente.
Desde ahí pudimos ver que en la margen izquierda del río parecía haber un sendero empedrado que llamó nuestra atención. Puesto que teníamos tiempo sobrado, cruzamos el río por una elegante pasarela de madera de gran pendiente, para investigar el posible paseo.
El sendero del río Pas
Desde la presa que acabábamos de dejar atrás, el río Pas se encajona, y a través de este bonito y agradable paseo por su margen izquierda pudimos apreciar la erosión y formaciones pétreas que el agua ha ido forjando a lo largo de milenios.
Rincones casi mágicos, formaciones espectaculares, el murmullo del agua del río… Parecía que el tiempo se hubiera detenido para nosotros, que solo existiera el agua, las rocas y la exuberante vegetación en ambas márgenes.
Ciertamente, a la vista de la erosión, de las formaciones rocosas, el tiempo adquiere otra dimensión; basta con pensar como un elemento tan sencillo como el agua ha sido capaz de modelar las rocas de esa manera a lo largo de millones de años para darse cuenta de la relatividad del tiempo y de lo corta de nuestra existencia.
Apenas cuatrocientos metros de recorrido, o incluso menos, que nos llevaron media hora. Tal era la belleza del lugar.
Abandonado el río, remontamos la pendiente en busca de la carretera y un puente para llegar hasta el coche. Nada más comenzar la subida nos encontramos con unas personas jugando a algo que parecía una mezcla de bolos y petanca, un curioso juego autóctono: los bolos de Cantabria.
El Balneario de Puente Viesgo
Encontrado el puente que nos daría paso a la otra margen, desde ahí tuvimos una hermosa vista vespertina del famoso balneario.
Ya en el siglo XVIII eran conocidas las cualidades de las aguas termales del manantial de Puente Viesgo, donde se construyó un balneario recientemente reformado, que aprovecha las aguas medicinales de dicho manantial.
Sus aguas termales fueron declaradas de utilidad pública en 1862 y están especialmente indicadas para las enfermedades del corazón, del sistema nervioso, hipertensión arterial y reumatismo visceral.
Se trata de unas aguas únicas en España, cuya calidad ha comprobado en repetidas ocasiones la Selección Española de Fútbol, que ha celebrado numerosas concentraciones en este balneario.
Terminándose la tarde, tomamos de nuevo el coche para volver al hotel. Pero no sería la última visita a Puente Viesgo, pues al día siguiente, con algo de tiempo antes de volver a casa, decidimos visitar las cuevas de Monte Castillo, de las que también nos habían hablado —y muy bien—, siendo visita obligada en la zona.
Las cuevas de Monte Castillo
Todos conocemos, aunque sea por referencias, las cuevas y pinturas de Altamira. Son famosas en el mundo entero. Y no son las únicas cuevas que conservan restos de arte paleolítico en Cantabria. Parece que desde hace miles y miles de años ya a nuestros ancestros les gustaron tanto estos lugares que los convirtieron en vivienda permanente.
En Puente Viesgo se encuentra uno de los más importantes conjuntos de cavernas prehistóricas de Cantabria; situadas en el Monte Castillo —a unos cientos de metros del centro de la localidad— es donde se abren las diversas cavidades que albergan interesantes muestras de arte paleolítico.
Se trata de las cavidades de Las Monedas, El Castillo, Las Chimeneas y La Pasiega. Tras adquirir la correspondiente entrada para la visita guiada —es más que conveniente reservar con antelación— nos introducimos la cueva El Castillo, en el mundo siempre mágico de una caverna de estas características. Las cuevas siempre emanan un halo de misterio y adentrarse en ella es como entrar en otro mundo.
Con una iluminación muy lograda y un paso para visitantes bien marcado y acondicionado, el guía nos condujo directamente hasta las primeras manifestaciones de arte rupestre del recorrido.
Resulta más que sorprendente saber que ya hace más de 40.000 años (¡40.000 años!) antecesores nuestros vivían en la zona y utilizaban esta cueva quizás como refugio, pero sin duda como lugar de expresión artística, probablemente como manifestación de tipo religioso.
El guía, simpático, dicharachero y muy conocedor de lo que hablaba, nos ilustró ampliamente sobre el uso del relieve de las rocas para delinear figuras de los animales que en aquel entonces vivían en la zona y sobre los métodos utilizados para pintar así como para alumbrarse, algo sorprendente, pues al parecer utilizaban huesos, haciendo arder el tuétano, dado que no produce humo; de otra forma el humo de otro tipo de antorcha hubiera tapado las pinturas.
También nos habló, de una forma muy didáctica, sobre los utensilios que nuestros antepasados utilizaron para realizar las pinturas murales, como un primitivo aerógrafo para plasmar las huellas de las manos en las paredes de roca.
Es una lástima que no esté permitido realizar fotos en el interior, y no me refiero a fotografiar las pinturas, sino las mismas cuevas, pues con la iluminación existente los ambientes, luces y sombras, rincones y formaciones pétreas dan mucho juego para la cámara.
Para saber más sobre estas cuevas puedes visitar la web oficial de las cuevas prehistóricas de Cantabria.
Un bonito paseo de unos 600 metros, por el sendero que une las distintas cuevas, me dio la oportunidad de tomar algunas fotos del valle de Toranzo, valle al que pertenece Puente Viesgo.
Cumplida ya casi toda la mañana con esta interesante visita, tocaba ya volver a nuestro origen. Puestos en ruta, cercana ya la hora de la comida, finalmente nos decicimos por Escalante, en las cercanías a Santoña.
Escalante y fin
Escalante es un bonito pueblo cántabro, muy próximo a la costa, cercano a Santoña y Laredo, que cuenta con un pequeño casco antiguo muy interesante y representativo de la arquitectura tradicional de la zona. Un pueblo muy tranquilo donde parece que el tiempo se hubiera parado, a pesar de su cercanía a lugares tan concurridos como los ya mencionados.
En las pocas calles que configuran la parte más antigua de Escalante alternan casas montañesas con balcones floridos y aberturas pintadas de característico verde, con casonas que lucen escudos en sus fachadas.
Escalante es un pueblo que ya tuve la ocasión de conocer hace algunos años, y desde entonces he vuelto varias veces, atraído tanto por el mismo pueblo como por el restaurante en el que comimos, Los Gallos. Un lugar sin grandes lujos —más bien al contrario, muy sencillo— que, no obstante, destaca por su cocina tradicional y unos menús francamente logrados —especialmente el menú de entre la semana— a unos precios muy asequibles.
Siendo así, no es de extrañar que incluso siendo un jueves laborable el restaurante se encontrara lleno, con más de una mesa que fue ocupada más de una vez mientras comíamos. Y, por eso mismo, puede resultar incluso demasiado ruidoso, y más a una persona con especial sensibilidad a los ruidos como soy yo.
Aún así, disfrutamos mucho del menú del día, y así, satisfechos por la buena comida, emprendimos rumbo de vuelta a Pamplona, dando así fin a esta escapada por los Valles Pasiegos de tres días.
3 días por los Valles Pasiegos de Cantabria
Bonito destino turístico que no aún no conocemos pero que iremos a visitar, después de ver el post que has publicado Rufino.
Te ha faltado subir a Valvanuz, ir a los Valles Pasiegos y no ir al santuario ni al museo de Amas de Cría, no tiene nombre.
Hola Rufino.
Aterricé en tu blog buscando una foto de Casa Langre en Liérganes. Me ha gustado mucho el post sobre el pueblo y he apreciado mucho las fotos, imaginando el esfuerzo sobrehumano para que no salga ningún coche.
En cuanto a la crítica, totalmente de acuerdo, pero es misión imposible. El concepto es que un destino así «se vende solo» : (
En cuanto al post, una corrección y una sugerencia: Liérganes NO es Valles Pasiegos. Pertenece a la Comarca histórica de Trasmiera, aunque los de VP, que ni existían entonces, se hayan propuesto colonizarnos y anular nuestra identidad.
Sería muy útil que los post llevaran fecha.
Es todo. De nuevo enhorabuena.