No lo toques, podrías romperlo

No lo toques, podrías romperlo

«No lo toques, podrías romperlo. »

Esto es, por supuesto,  lo contrario de,

«Tócalo, puedes hacerlo mejor. »

¿Cuál es la forma predeterminada en la que trabajas?

Esta es una de las últimas reflexiones del maestro Seth Godin, una de las mentes más brillantes del siglo XXI. Y, como casi siempre —especialmente en sus mini-post, pero no solo en ellos— nos deja una pregunta que nos obliga a reflexionar sobre nosotros y sobre lo que hacemos.

El enfoque fundamental de Seth Godin está en el mundo empresarial, pero casi todo de lo que nos habla es perfectamente aplicable al camino de la tranformación personal.

Y, en este caso, nos abre la conciencia de un hecho importante; en el camino del cambio casi con toda seguridad vamos a tener que ‘tocar’ algo. Bueno, casi con toda seguridad no, con toda seguridad.

Porque si queremos cambiar, tenemos que romper con actitudes, pensamientos, ideas, condicionamientos… con muchas cosas de nuestra historia pasada.

También nos invita a la acción, como consecuencia del camino. Sin acción no hay resultados —no cambies nada si quieres que todo siga igual…—, y lo que buscamos, el fin, son resultados.

El cambio es un resultado de la acción.

Para llegar a esas acciones tenemos que cambiar los sentimientos, las emociones que las generan. Y para cambiar las emociones, hay que cambiar los pensamientos que las generan.

Cambiar los pensamientos supone primeramente consciencia —observar de forma distante las emociones que sentimos y deducir cuáles son pensamientos que las generan— y en segundo lugar, acción. Aún a riesgo de romper en buena medida con la programación mental (mindset) que hemos arrastrado a lo largo de nuestra vida.

Casi más que un riesgo, una certeza. Pues en el proceso de reprogramación de pensamiento nos vamos a dar cuenta de que muchas cosas que dábamos por ciertas, por verdades absolutas, posiblemente no lo sean, sino que son las verdades absolutas que tenemos grabadas en la mente fruto de nuestro entorno familiar y cultural, de la educación recibida.

No son nuestros propios pensamientos, son los que nos ha grabado la vida.

Atreverse a pensar —para modificar emociones, que nos llevarán a nuevas acciones y, por tanto, resultados diferentes— es una (fantástica) aventura en la que inevitablemente romperemos algo.

Pero, sin riesgo no hay recompensa.

 

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