Los americanos tienen prisa. La gente de otros países considera que ésta es una de sus principales características. Y tienen razón. Es un rasgo nacional que viene de esa energía de búsqueda que constituye su principal fuente de poder.
Pero esa misma energía —esa fuerza impulsora que exige respuesta inmediata— puede ser a la vez una fuente de debilidad, porque también les ha hecho la gente más impaciente del mundo. En tiempo de guerra, muchos de sus soldados vivieron situaciones de gran desventaja debido a la típica impaciencia norteamericana. Con frecuencia se exponían al fuego enemigo innecesariamente, en lugar de burlarlo.
El resultado puede ser el mismo en los negocios. Quieren que se firmen los contratos y que se tomen las decisiones en el acto. Muchas veces actuamos precipitadamente, cuando deberíamos tomarnos el tiempo necesario para pensar mejor las cosas.
Nuestra impaciencia y nuestra prisa por actuar nos colocan en tremenda desventaja respecto a otros que están dispuestos a esperar un poco más antes de hacer algo. «El que tiene paciencia lo puede tener todo», dijo Benjamin Franklin.
La paciencia exige un tipo especial de valor. Es una especie de dominio y fortaleza constantes que surgen de la completa entrega a un ideal o a una meta.
La paciencia es el valor para cambiar las cosas que puedes cambiar, la disposición a aceptar las cosas que no puedes cambiar, y la sabiduría para captar la diferencia.
Browning
Así pues, cuanto más fuerte sea el deseo de alcanzar nuestro objetivo primordial en la vida, más paciencia tendremos para vencer los obstáculos.
La paciencia a la que me refiero es la paciencia dinámica más que la estática, la paciencia activa más que la pasiva. Es una fuerza positiva que dirige nuestro destino, más que un sometimiento pasivo a las circunstancias o la situación que se nos presenta. Surge del mismo caudal de energía que los americanos poseen en abundancia. Sin embargo, está controlada y encaminada a la obtención de metas precisas con una determinación casi obsesiva.
Si sabes hacia dónde te diriges puedes ser más tolerante con los pequeños obstáculos que surjan en el camino. Sabes que llegarás y que éstos son simples contratiempos.
Si aprendes a reconocerlos y abordarlos de manera positiva, te darás cuenta de que una vez te enfrentes a ellos se disolverán. Desaparecerán cuando menos lo esperes
→ Soy más grande que cualquier problema. Puedo manejar cualquier problema (T.H.Eker)
Constance Bannister consideraba que la impaciencia era su mayor defecto. Aún así, eligió una profesión —fotografiar niños— en la que la paciencia es requisito indispensable y llegó a ser una de las mejores en su campo.
«Para obtener de un niño la expresión que quieres tienes que repetirle constantemente las cosas, explicárselas una y otra vez en un tono suave y monótono —decía ella—. Me gusta fotografiar niños porque me ayuda mucho, sobre todo a desarrollar mi sentido del humor y a ser creativa en otros campos.»
¿Cómo cultivar la paciencia? Es fácil, siempre y cuando nos hayamos fijado un objetivo primordial en la vida y nos concentremos en él con todas nuestras fuerzas has que sintamos el ferviente deseo de alcanzarlo, y todos nuestros pensamientos, acciones y oraciones vayan dirigidos a su logro.
Fue exactamente esa clase de idea la que le dio a Edison la paciencia para inventar la luz eléctrica, a Salk para inventar la vacuna de la polio, a Hillary para escalar el Everest y a Helen Keller para superar sus tremendos impedimentos físicos.
Si te concentras de ese modo en el objetivo que te has fijado en la vida, tendrás la paciencia para alcanzarlo.
(“Rico en un año”. Napoleón Hill. Semana 8: Paciencia)
Paciencia, según el DRAE:
(Del lat. patientĭa).
1. f. Capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse.
2. f. Capacidad para hacer cosas pesadas o minuciosas.
3. f. Facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho.
4. f. Lentitud para hacer algo.
5. f. Resalte inferior del asiento de una silla de coro, de modo que, levantado aquel, pueda servir de apoyo a quien está de pie.
6. f. Bollo redondo y muy pequeño hecho con harina, huevo, almendra y azúcar y cocido en el horno.
7. f. Tolerancia o consentimiento en mengua del honor.