La esperanza es la materia prima con la que se construye el éxito. Se materializa en la fe, la fe en determinación y la determinación en acción. Surge principalmente de tu imaginación, de tus sueños de un mundo mejor, una vida mejor, un futuro mejor.
Si hay esperanza, podrás elegir una meta definida en la vida y hacerla realidad. Hace años, por ejemplo, James. H. Hill, personaje importante de los ferrocarriles, era un simple empleado en una oficina de telégrafos que transmitía un mensaje de una mujer a una amiga que había perdido a su marido. Se inspiró en lo que decía el mensaje: «Que la esperanza de reunirte con tu esposo en un mundo mejor mitigue tu dolor».
La palabra «esperanza» se le quedó grabada. Empezó a pensar en los poderes y las posibilidades de la esperanza. Eso le llevó a soñar con construir algún día una nueva reda ferroviaria hacia el oeste. El sueño se convirtió en un firme propósito, que llevó a cabo. El sueño del empleado de telégrafos, inspirado por una simple palabra, se convirtió en la Great Northern Railway.
Hill hizo que mucha otra gente se convirtiera en multimillonario, porque sabía que el éxito de su red ferroviaria dependía de la fortuna de sus clientes. Persuadió a granjeros, mineros y madereros para que se trasladaran al oeste y transportaran sus mercancías en su Great Northern Railway. Construyó un imperio que abarcaba desde el Canadá hasta Misuri y desde los Grandes Lagos hasta Puget Sound. Nunca extendió su red ferroviaria hacia el este.
Manuel L. Quezón se atrevió a soñar y desear un gobierno independiente para sus queridas Islas Filipinas. Incluyo llegó a tener la esperanza de que algún día llegaría a ser presidente de una república libre. Su esperanza se convirtió en una fe ciega que se materializó cuando hacía campaña para ser nombrado comisario residente de las islas.
Durante veinticuatro años dedicó todos sus esfuerzos a conseguir que un día su país se convirtiera en un territorio independiente. Lo sé porque era amigo mío y me pedía que le aconsejase sobre cómo alcanzar sus objetivos políticos. El día que fue elegido presidente de la nueva República Filipina, Quezón me envió este telegrama: «Permítame darle las gracias desde el fondo de mi alma por haberme inspirado a mantener la llama de la esperanza encendida en mi corazón hasta este glorioso día».
La lección que nos enseña la historia de Quezón es que tenemos que darle rienda suelta a nuestra imaginación para que genere esperanza. Atrevernos a albergar grandes sueños. Convencernos a nosotros mismos de que nada es imposible.
Como dijo Thoreau «Si has construido castillos en el aire, no has trabajado en vano; es solo el comienzo. Ahora pon los cimientos que los sostendrán».
Define tu meta con la ayuda de la esperanza y la fe. Escríbela. Memorízala. Conviértela en la estrella que guiará tus pasos hacia el éxito. Luego actúa para que se haga realidad. Si no pierdes de vista tu estrella, te será mucho más fácil perseguir tu meta. Podrás darte cuenta de qué acciones te conducirán a ella sin demora y cuáles harán el camino más largo. Si no tienes la mirada puesta en tu estrella, tomarás muchas sendas equivocadas antes de llegar a tu destino final.
Nunca olvides que todos los sueños nacen de la esperanza. Todas las historias de éxito con un final feliz empiezan así: «Érase una vez un hombre o una mujer que soñaba con… » La tuya también debe comenzar así.
(“Rico en un año“. Napoleón Hill. Semana 7: Esperanza)