Una actitud muy típica de casi cualquiera es la de cruzar los brazo sobre el pecho. Desde el punto de vista de quienes analizan el lenguaje corporal, cruzar los brazos tiene múltiples significados, especialmente en relación al contexto. Por ejemplo, cruzamos los brazos cuando hace mucho frío, en un intento de darnos calor; o los cruzamos cuando nos aburrimos, o cuando tenemos una sensación de amenaza, en un intento de protegernos de esa posible amenaza.
Pero hay una situación, de la que quiero hablar hoy, en la que cruzarse de brazos tiene una significación especial, y es, precisamente, cuando sentimos un enfrentamiento exterior.
A veces nos sentimos amenazados, no física sino psicológicamente, y nos cruzamos de brazos como forma de ‘defendernos’ de la situación que estamos viviendo. Pero esto, a su vez, provoca una reacción no física, sino emocional, en nuestra mente; nos cerramos a lo que estamos recibiendo del exterior.
La propiocepción nos dice que la comunicación entre el cuerpo y la mente es recíproca. Es decir que si experimentamos una determinada emoción nuestro cuerpo la refleja, pero también ocurre al revés: si nuestro cuerpo adopta una posición en concreto, nuestra mente empezará a experimentar dicha emoción asociada. Esto es especialmente importante en el cruce de brazos.
¿Es malo cruzarse de brazos? En principio sí, salvo que se trate de situaciones en las que nos sintamos insultados (y aún esto habría que analizarlo), pues de facto nos estamos cerrando a todo cuanto nos llega, y el estar abierto es fundamental para el crecimiento, para la transformación personal.
Hay gente que argumenta que se cruza de brazos porque se siente más cómoda en esa postura. Pero los gestos se perciben como naturales cuando están alineados con la actitud de la persona, y la ciencia ha demostrado que cruzar los brazos predispone a una actitud crítica y alejada, por muy confortable que sea el gesto. Cuando lo estamos pasando bien con amigos no cruzamos los brazos.
Estar abierto y dispuesto a recibir cuanto la vida nos ofrece es una de las claves del éxito personal y, por tanto, de la riqueza y la felicidad. Estar abierto significa recibir, lo que no quiere decir que sea aceptar. Al recibir nuestra vida se enriquece, podemos encontrar nuevos estímulos y nuevas ideas para mejorarnos y mejorar lo que nos rodea.
Descruzando los brazos nuestra actitud es más abierta, más receptiva. Permitimos que la vida penetre más en nosotros. Crecemos. Nos transformamos.
Observar los sentimientos que tenemos cuando nos descubrimos de brazos cruzados nos ayuda a conocer mejor la situación y tomar las acciones pertinentes para estar más cómodos y aprovechar el momento.
- ¿Qué sentimiento, emoción, tengo de brazos cruzados?
- ¿Por qué tengo este sentimiento en este momento?
- ¿Cómo se ha originado?
- ¿Qué puedo aprovechar, aprender, de esta situación?
→ «Entrenar tu propia mente y mandar sobre ella es la habilidad más importante que podrías poseer jamás, tanto en términos de felicidad como de éxito» (T.H. Eker)